Buenos Aires se ilumina

 

Cuando  caía la noche la neblina de la  incipiente ciudad lo cubría todo. Tinieblas y oscuridad que hacían imposible que los vecinos de la todavía colonia española pudieran transitar tranquilos. El gobernador Juan José de Vértiz toma medidas. En 1774 ordena iluminar las calles con faroles de velas de sebo. Los faroles estaban dispuestos sólo en las esquinas y se encenderían entre las 20 y las 24. Obviamente, eran faroles rudimentarios hechos de madera con una vela protegida primero por un papel y, recién tiempo después, con un vidrio. El gasto debía ser costeado por los vecinos mediante el pago de un impuesto La medida fue muy bien recibida, pero había un problema: la falta de personal para su mantenimiento. Los vidrios se ennegrecían por el humo de las velas y, muchas veces, se apagaban durante la noche. En ese orden de cosas, hace su aparición el “negrito farolero”, como lo llaman  en las crónicas de la época. En realidad se trataba de jóvenes esclavos que, munidos con un farol, precedían a los transeúntes previniéndoles de pozos y zanjas muy comunes en las calles de Buenos Aires    Por esta medida, el Virrey Vértiz pasa a la historia argentina como “el virrey de las luminarias”

Nota: la imagen pertenece al sitio El Arcón de los Recuerdos