7 de marzo de 1920
7 de marzo de 1920: Aún bajo la prohibición del sufragio femenino, Julieta Lanteri se presenta como candidata a diputada por el Partido Feminista Nacional.
Julieta nació en Cuneo, Italia, el 22 de marzo de 1873. Llegó a Buenos Aires con sus padres y su hermana Regina cuando tenía 6 años.
Ingresó a la Facultad de Medicina en 1896, con menos trabas que las pioneras Cecilia Grierson y Elvira Rawson que le allanaron el camino. Años más tarde, Julieta, Cecilia y Elvira serían, además de colegas, compañeras en la militancia feminista. En 1909 solicitó la adscripción a la cátedra de neurología de la facultad, pero se la rechazaron. La investigación y la docencia universitarias estaban reservadas a los ciudadanos argentinos y ella, aunque había vivido la mayor parte de su vida en nuestras pampas, aún era legalmente italiana. Si no podía trabajar porque no tenía la ciudadanía argentina, la alternativa era conseguirla.
Entretanto, una revolucionaria convicción comenzó a movilizar a Julieta y a muchas otras argentinas. La equidad entre varones y mujeres debía incluir el reconocimiento del derecho a votar, a compartir la patria potestad de hijos e hijas y a administrar su propio dinero. Julieta formaba parte del grupo de pioneras que intentaban abrirse paso profesionalmente. En 1904 muchas de ellas formaron la Asociación de Universitarias Argentinas, en la que luchaban por el ejercicio de sus profesiones. En 1910, esta y otras agrupaciones organizaron el Primer Congreso Femenino Internacional, que finalizó el 24 de mayo con una proclama por los derechos civiles y políticos de las mujeres, la educación laica, igualdad de salarios por el mismo trabajo y reclamos que aún hoy están presentes en las manifestaciones feministas latinoamericanas.
La sentencia que le otorgaba la nacionalización en el país, decía: “se le reconozca, haya y tenga por tal ciudadano de la República Argentina”. Sí, “ciudadano”, en masculino. Aunque no le dieron la adscripción en la facultad, su periplo no fue en vano porque, como ciudadano argentino, había adquirido un derecho inesperado que no tenía como mujer: el de votar. En la oficina del Padrón Municipal, con su carta de ciudadanía en mano, exigió que se la reconociera como habilitada para votar. El empleado de turno, perplejo y sin un buen contraargumento, la tuvo que inscribir. Así fue como el 26 de noviembre de 1911, 36 años antes de la ley de sufragio femenino, Julieta se convirtió en la primera mujer en emitir el voto en Buenos Aires.
Al año siguiente, se incluyó explícitamente como requisito para votar el haber hecho el servicio militar, con lo que volvía a perder el derecho al sufragio. Aunque ahora ya no podía votar, ninguna ley le impedía ser candidata. En 1919 fundó el Partido Feminista Nacional, con el que se presentó a las elecciones para ser diputada. Sin que pudiera votarla ni una sola mujer, obtuvo más de 1700 votos. No ganó la banca, pero eso no le importó, su objetivo era político, presionar por el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Y no le iba mal, en 1920 ya no era la única mujer candidata. En la lista del Partido Socialista de Alfredo Palacios, el tercer lugar era de Alicia Riglos de Berón de Astrada. Entre ambas duplicaron la cantidad de votos dirigidos a mujeres en el año anterior. Para Julieta, allí estaba el éxito. Se presentó a todas las elecciones que pudo y contribuyó a naturalizar el espacio de las mujeres en la vida política. Las sucesivas candidaturas nunca la llevaron al Congreso, pero erosionaron en cambio su patrimonio y su relación con su hermana Regina, cansada de que Julieta dilapidara su poco dinero en campañas sin éxito.
En 1930, el gobierno radical fue derrocado por una dictadura militar. En este convulsionado contexto político, Julieta decidió retirarse de la vida pública y se refugió en la atención de su consultorio. Pasaron dos años hasta que consideró seguro volver a organizar el feminismo. Pero nunca llegó, fue atropellada por el auto de David Klappenbach, miembro de la Legión Cívica Argentina, un grupo paramilitar. Hasta hoy, su muerte es considerada oficialmente un accidente.
Cien años después de la conformación del Partido Feminista Nacional, su herencia inmaterial se ve en las conquistas ganadas y en las luchas presentes.
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