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María Salomé Loredo y Otaola era española. Vino muy pequeña a Argentina con su familia para instalarse en el país. Se casó dos veces: la primera con un acaudalado estanciero, que fallece repentinamente. En 1880 conoce a su segundo marido, un destacado comerciante. Si bien la situación económica de María siempre fue holgada, su mirada está puesta constantemente  en los más necesitados. Visita conventillos, zonas marginadas y hospitales, repartiendo alimentos, ropa y remedios. Pero un hecho vital en su vida va a cambiar su historia: es diagnosticada con una enfermedad terminal. Aconsejada por su criada, va a visitar a Pancho Sierra, un famoso curandero de la época. Increíblemente María cura su enfermedad y sigue los pasos de Pancho Villa. Testimonios de 1892 afirman que María meditó y rezó durante 24 horas hasta que sale del trance y dice: “Jesús me transmitió lo que debo hacer. Debo darme a mi misión” El enorme comedor de la casona donde vivía, ubicada en la calle La Rioja 771 en Balvanera, fue usado como templo donde recibía a miles de fieles diariamente que pedían consejos y curas para diversas enfermedades. Son sus seguidores los que comienzan a llamarla Madre María, nombre con el que se la conoce a partir de entonces. Siempre insistió en que no era ella quien curaba, sino la mano de Dios. Fue visitada por altas personalidades, entre ellas, Hipólito Yrigoyen. Treinta y cinco años dedicó su vida a atender a personas física y emocionalmente sufrientes. Falleció en 1928, sus restos fueron despedidos en el Cementerio de Chacarita por una multitud. Su doctrina se convirtió en culto bajo el nombre Religión Cristiana por la Madre María, con miles de seguidores en Argentina y Uruguay.

Nota: la imagen pertenece al sitio antoniolasheras.com